Algunos de los intrépidos náufragos que residen en la isla han participado en el primer certamen de relatos cortos Isla de Pedrosa. A continuación os dejamos con una muestra de las curiosas historias que han querido compartir con nosotros.
Primer Premio Concurso Relatos Cortos
Alcanzando nuestros sueños
Lo importante no son los años de tu
vida sino la vida de tus años, aprovecha el hoy
para poder disfrutar del mañana.
Igual que un gorrioncillo,
asombrado al vuelo de sus padres volando entre los ramajes de esas zarzas arraigadas
con firmeza, con sus pinchos apuntando como la escopeta de un cazador a su
presa, pasando a ras de suelo para llevarle el suculento manjar de cualquier
insecto que le quite su voraz apetito… Así veo yo a mis hijos, como ese gorrión
enseña a sus hijos un vuelo perfecto, ese es mi sueño, no puedo fallarles… ¡No
quiero!
Que ellos aprendan a volar contra
todo pronóstico y consigan lo que ese pequeño gorrión, poder atravesar esas
zarzas que nos encontramos en el camino y poder llegar de nuevo a su nido cual
gorrioncillo a su nido.
Sergio
Segundo Premio Concurso Relatos Cortos
Hola, me llamo Iván, tengo 37
años y soy de Santander, aunque ahora llevo viviendo en Maliaño desde hace 5 años, hoy va a ser la
primera vez en la vida que me voy a desahogar con todos vosotros ya que me
siento muy bien aquí, os quiero resumir un poco porque pienso que la vida me ha
ido así y porque he llegado hasta aquí.
Os cuento, mi vida ha sido un poco
triste hasta que me pude marchar de casa , hemos tenido un bar 30 años. Mi
madre ha sido para mí la mejor madre del mundo, trabajadora y por desgracia muy
sufridora, y la pobre sigue sufriendo, si no es por unos es por otros y mi
padre la verdad, no puedo decir nada bueno, porque yo pienso que por su culpa
yo estoy como estoy. Mi padre se quedaba con sus amigos desde que tengo uso de
razón muchas noches a puerta cerrada consumiendo
cocaína, porros y de todo y todo teniendo 7 años y no se cortaban ni un solo
pelo y la verdad una vergüenza y yo ahí
viéndolo todo ya que la pobre de mi madre caía rendida después de trabajar 17 horas de trabajo sin parar de lunes a
lunes durante 30 años uf. La verdad es que se me hace un nudo en la garganta
cada vez que pienso la vida que ha llevado y la pobre sigue llevando.
Mi padre cuando se colocaba en
sus encerradas luego se marchaba por ahí a veces 3, 4, 5 incluso más días,
claro se gastaba la recaudación de varios días y por su culpa y sus colocones
tanto mi hermano y yo incluso primos y mi tía teníamos que abrir el bar, claro,
muchas veces no podíamos ni ir al colegio
ya que el bar no se podía cerrar porque mi padre se gastaba el dinero
que sería para los proveedores que nos llegaban al bar. Muchas veces tenía que
ir a buscar a mi padre por todo Santander ya que muchas veces siendo pequeño me
llevaba por bares de alterne y yo conocía por donde podía estar, claro, si no
nos llamaban antes de comisaria porque estaba detenido porque ha sido muy
agresivo y cuando no tiraba un bar abajo se pegaba con cualquiera así que
imaginaros lo que me he tirado viendo y viviendo durante muchos años, ahora lo más
triste de todo esto es que yo he seguido su camino y la verdad estoy muy
arrepentido de ello y siempre le haré culpable de haberme hecho todo lo que ha
hecho, lo peor de mi vida es que siempre he dicho que cuando tuviera una
familia e hijos yo no les daría la vida que por desgracia he tenido yo pero al
final lo único que he hecho es lo mismo que él y estoy dolido y defraudado
conmigo.
Ahora mi objetivo es lo primero
curarme, intentar ser feliz ya de una vez y luchar por lo que más quiero que es
mi mujer y mi hijo y poderles dar todo lo que no me han dado a mí. Si de verdad
hay un Dios como dicen le ruego que me den la oportunidad de poder vivir esta
vida junto a ellos ya que es lo que más quiero en mi vida y demostrarles que se
puede cambiar en esta vida, y que puedo hacer feliz a la gente que me rodea.
Que mi meta es ser FELIZ y hacer feliz a
toda mi FAMILIA, que sé que se puedo.
Iván
Tercer Premio Concurso Relatos Cortos
Próxima parada: Tu destino
Eran las ocho de la mañana, tenía
aún arena en los bolsillos y el flequillo alborotado por la bruma…
En sus ojos batían las olas sin
resaca del mar cantábrico. Como un cangrejo ermitaño que se resiste a huir de
una concha que ya no le acoge, retenía las últimas lágrimas que se había
prometido regalarle…
Entre sus manos, un cormorán en
lo alto de un faro… oteando el horizonte (como un borrón de tiza tras la
lluvia, desdibujado y tenue, tintineante) pero esta vez, a diferencia de tantas
otras… con más curiosidad que miedo.
Arrugado y con dobleces de
almohada, un billete aleteando de IDA, hacia ningún lugar en concreto.
Tenía picado hasta el último
destino que alcanzaba el tren, sin saber en donde detener la mirada y apearse.
A su lado circulaban personas
robotizadas, echando humo por el móvil, como las locomotoras de antaño o los
dibujos de los barcos de vapor que leía cuando era niña en la biblioteca del
colegio.
La sobrecogió una melancolía
extraña y le entró la risa… eso aun lo había conseguido conservar… se reía
sola… y a menudo.
Caminaban todos ajetreados,
decididos y con paso firme, hacia algún
lugar… ella observaba…atenta…las mujeres taconeaban con ritmos de milonga en
las viejas baldosas de losa y mármol… y sus ecos revotaban en el techo
abovedado de la estación del Norte.
Una estatua de hierro delante
suyo producía una sombra alargada hasta los píes, los miró como quien mira una
herramienta nueva, reluciente, a estrenar… Y le entró de nuevo la risa y el
miedo.
Levantó su mirada hacia el viejo
ferroviario tallado en hierro, el cual sostiene una linterna de aceite, de las
de antes, cuando se gritaba la orilla de las vías a todo pulmón.
¡Viajeros
al tren!
Y se quedo pensando… un rato…
Miró su reloj de acero y cuero,
gastado más por el paso de matar el tiempo que por el tiempo en si, y ya era la
hora.
Un relámpago de contrastes le
inundó la boca del estómago, y cogió su mochila decidida, más decidida que
nunca y más aterrada que nunca y se subió al tren.
Me gustaría seguir este relato y
contar un final feliz para esta historia, con pelos y señales: que se bajo en
el momento justo, que encontró la parada oportuna, que consiguió ser feliz y
realizó sus sueños… pero no me sale, no lo sé.
Igual que yo, imagino que
todos nos subamos a un tren el cual dudemos de cuando y donde
detenernos, saltar y apostar por nosotros
con uñas y dientes, luchas por nuestros sueños, pese a quien pese,
aunque tengamos que reducir nuestro mundo seguro y confortable a cenizas o no
tener nada seguro y confortable y partir de cero, de las cenizas de un
infierno, ajeno o propio en donde (hablo por mi) nosotros hemos sido los mayores incendiarios…
Pirómanos apagando fuegos.
Porque no pensar que la mujer del
relato lo consiguió fue feliz a ratos
más que infeliz.
Porque no pensar que yo voy a
lograrlo también y que todo el que quiere puede con dos cojones y alegría:
Puede alcanzar sus sueños.
Noelia
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