El último comentario de nuestra
habitual lectora y amiga Paula en la entrada que hicimos sobre reconocer
nuestros errores nos ha encantado y hemos decidido citar también a William
Shakespeare en unas frases que ha copiado María a su hija y le han hecho
reflexionar. Os las dejamos aquí para que os sirvan de aliento y reflexión
también a los demás.
William
Shakespeare decía:
“Siempre me siento feliz, ¿sabes por qué? Porque no espero nada de nadie;
esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución, lo
único que no se resuelve es la muerte.
No permitas que nadie te insulte, te humille o te baje la autoestima. Los
gritos son el arma de los cobardes, de los que no tienen la razón. Siempre
encontraremos gente que quiere culparnos de sus fracasos y cada quien tiene lo
que se merece, también hay gente hipócrita que te saludan con un beso y un
abrazo….
Hay que ser fuertes y levantarse de los tropiezos que nos pone la vida, para
avisarnos que después de un túnel oscuro y lleno de soledad, vienen cosas muy
buenas “NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA”.
Por eso disfruta la vida porque es muy corta, por eso ámala, sé feliz y
siempre sonríe, sólo vive intensamente para ti y por ti y recuerda: Antes de discutir, respira. Antes de hablar, Escucha. Antes de criticar,
Examínate. Antes de escribir, Piensa. Antes de herir, siente.
Que quien no valora lo que tiene, algún día se lamentará por haberlo
perdido y que quien hace mal algún día recibirá su merecido.
A veces de quienes menos te esperas, es quien te hará vivir buenas
experiencias.
Nunca arruines tu presente por un pasado que no tiene futuro.”
Antes
de este texto tan bonito hemos leído “La Historia del Martillo” sacada el libro
“El Arte de Amargarse la Vida” de Paul Watzlawick”:
“Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo
tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así, pues, nuestro
hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una
duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo?
Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás
tenía prisa. Pero quizá la prisa no era más que un pretexto. Ese hombre alberga
algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en
la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría
enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a
hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y
luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto
ya es el colmo.
Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino,
toca el timbre, se abre la puerta y antes de que el vecino tenga tiempo de
decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso:
- ¡Quédese usted con su martillo, sinvergüenza!”
“Llevar una vida amargada lo puede cualquiera, pero amargarse la vi-da a
propósito es un arte que se aprende, no basta tener alguna experiencia personal
con un par de contratiempos.»
Y
es que a veces nos comemos la cabeza nosotros mismos y generamos problemas donde
no los hay, predisponiéndonos en negativo, interpretando una mirada, un
suspiro, un comentario o una risa y dándole un significado que no tiene. Ya lo
dijo Jean de la Bruyere: “LA VIDA ES UNA
TRAGEDIA PARA LOS QUE SIENTEN Y UNA COMEDIA PARA LOS QUE PIENSAN”. Dejemos
el corazón para bombear sangre y pensemos más con la cabeza.